martes, 27 de diciembre de 2011

El toro bravo (VII)

            C U R I O S I D A D E S  (II)


Pedro Valle

 

Continuando con las curiosidades dentro del mundo de los toros, y que son muy poco conocidas, hoy continuaremos hablando de las luchas inéditas de los toros dentro de los cosos taurinos, sin que en esta lucha tomase parte el hombre, como tradicionalmente conocemos.


Regatero, se enfrento en la plaza de Madrid el 28 de noviembre de 1897, en la que se instalo  una jaula de hierro de 45 metros de circunferencia y cinco de altura, a un tigre real de Bengala. Regatero, berrendo en negro, tenía poca presencia, estaba mal armado y falto de poder. Soltaron al tigre, y éste, encontrando al toro vuelto de espaldas, se abalanzó sobre él, haciendo presa con las garras bajo el brazuelo derecho y con la boca en el morrillo. Se sacudió el toro al agresor, acometiéndole y volteándole a gran altura tres veces seguidas. De nuevo hizo presa el tigre en la papada del toro, pero este volvió a recogerle, volteándole dos veces más y llevándole empitonado, finalmente, hasta estrellarse contra la verja, al pie de la cual quedó como muerto. Tres minutos estuvo contemplando Regatero a su víctima; pero excitada ésta con unos palos, al verla moverse, arremetió de nuevo contra ella, haciendo presa el tigre por el hocico. De nuevo le corneó el toro, siendo retirado el tigre en medio de un gran entusiasmo por parte del público.

A continuación, siguiendo el relato de Cossío, dejamos constancia del ultimo de estos espectáculos, que tuvo, además, un final luctuoso. Era el día 24 de julio de 1904, y en San Sebastián fue enfrentado el toro Hurón, de la ganadería de López Plata, y un tigre. La lucha fue sosa y aburrida, pues si bien el toro arremetía a su contrario, éste se acobardó sin ganas de pelea. En una de las arremetidas del toro, al estrellarse el tigre contra los hierros de la jaula, éstos se torcieron, siendo arreglados a martillazos por los empleados de la plaza. El Presidente, con buen criterio, intentó suspender la lucha, pero protestó el público, que quería ver muerto al tigre, y en vista de ello, volvió a ser hostigada esta fiera, pinchándola y quemando infinidad de cohetes. Al fin embistió furiosamente el toro contra su contrario, y chocando contra la pared de la jaula, cedió esta y salieron al ruedo las dos fieras, produciéndose un pánico horrible entre el público. Sin saber de quien partió la orden comenzaron los migueletes a disparar sus fusiles, y muchos espectadores sus pistolas. Por rebotar las balas o por la poca pericia de los tiradores, resultaron heridas muchas personas, falleciendo una y curándose  hasta 17 más de heridas más o menos graves, sin contar las lesionadas a consecuencia de caídas y atropellos.           
                                                                   
                                                                                          
 Reportaje de la revista mes de marzo de 2000

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