GENEALOGÍA DE LAS GANADERIAS BRAVAS (II)
Pedro Valle
En nuestro anterior número, hablábamos de la casta andaluza y concretamente, de las ganaderías de Vistahermosa y Vazqueña, que como ya vimos, son la base de las ganaderías de hoy en día. Nos quedó por comentar las castas Castellana y Navarra, con las que finalizaremos el capitulo dedicado a la genealogía de las ganaderías bravas.
LA CASTA CASTELLANA
Tuvo entre sus ganaderías más representativas la de Jijona. Se ha venido afirmando (creo que equivocadamente) que el fundador de la casta fue Don José Jijón. El motivo de que las reses de pinta colorada más o menos encendida, tomasen el nombre de jijonas, no quiere decir que aquél señor fundase la citada casta o, mejor dicho, la obtuviese merced a la unión o acoplamiento de los primeros animales que eligió para formar la vacada. Reses de estas características existían con anterioridad al siglo XVII, en no pequeña proporción mezcladas con otras de diferentes pelos en muchas piaras y toradas de la provincia de Ciudad Real, en el quebrado terreno de Colmenar y en las riberas del Jarama. Lo más probable es que Don José Jijón hiciera reunir en Villarubia de los Ojos elementos de uniforme pinta, y luego, ya en poder de sus descendientes la ganadería por el creada, adquirieran los toros su máximo prestigio, designándosele desde aquel momento como raza o casta Jijona.
En Colmenar Viejo se criaron las ganaderías de Valdés y Mazpule, siendo estos toros colmenareños o de la tierra de gran alzada y peso, cornalones, ágiles, duros de pezuña y de pelaje retinto y colorado.
También en el siglo XVI, gozo de merecida fama la vacada castellana de “Raso Portillo” conocida por este nombre por criarse sus toros en Raso Portillo, de la provincia de Valladolid.
Estos toros castellanos, que gozaban de abrir plaza en las fiestas reales, eran terciados, bravos, duros, de muchos pies y generalmente de pelo negro listón.
LA CASTA NAVARRA
Extinguida lentamente la casta Navarra, sus criadores han terminado por amoldarse en la producción del toro de lidia a los gustos y exigencias actuales, cruzando las reses con otras de no más genio, ni más finas (ya que estas cualidades poséanlas aquellas) si no persiguiendo la alzada, que eran de lo que carecían.
Distinguiese el autentico toro navarro por su pequeña talla, mucha cabeza, ligero, nervioso, bravo, pegajoso y de bonita lamina, luciendo el pelaje castaño, retinto, colorado y negro.
De las autenticas castas, se ha llegado al toro de lidia actual, fruto de la escrupulosa cría y de rigurosa tarea selectiva, merced a las cuales se ha conseguido el tipo de res apto para la practica del toreo como hoy se entiende y aprecia.
Reportaje de la revista de noviembre de 1999
No hay comentarios:
Publicar un comentario